Desde la generación de contenido y mundos virtuales, hasta los personajes no jugables más evolucionados, la inteligencia artificial ha supuesto un cambio enorme en la velocidad de creación, en la calidad y en la variedad. Sin embargo esta revolución ha generado muchas dudas y cuestiones morales y eticas, una de ella, ¿a quien le pertenece el arte generado por IA?
El dilema de la autoría
Desde hace siglos, hemos ligado la propiedad al artista, al autor, a la persona física que aportaba originalidad, creatividad y calidad a la obra. Pero la IA es una máquina. La podemos considerar como autora legal de las obras?
Podemos decir que existen tres perspectivas diferentes :
- La IA es una herramienta, y como tal, requiere de un ser humano que le da instrucciones, y guían el proceso creativo, con lo que son las personas que se ayudan de la IA y son ellas las creadoras.
- La IA es el co-creador, ya que aporta elementos originales y sorprendentes que van más allá de las instrucciones iniciales del ser humano.
- La IA como creador autonomo. Este quizás es el más radical, ya que interfiere que la IA podría generar contenido sin necesidad de un ser humano y podría tener derechos legales sobre sus obras.
Implicaciones para la industria de los videojuegos
Las respuestas a estas preguntas tienen profundas implicaciones para la industria de los videojuegos:
- Derechos de autor: ¿Quién puede registrar los derechos de autor de una obra creada por IA? ¿El desarrollador, el propietario de la IA o incluso la propia IA?
- Licencias: ¿Cómo se otorgarán las licencias de uso de activos creados por IA? ¿Se aplicarán las mismas normas que a las obras creadas por humanos?
- Responsabilidad legal: ¿Quién es responsable de las infracciones de derechos de autor o de las obras ofensivas creadas por IA?
- Innovación: ¿Cómo afectará esta incertidumbre legal a la inversión en investigación y desarrollo de nuevas tecnologías de IA en el sector de los videojuegos?
El futuro de la propiedad intelectual
La legislación actual sobre propiedad intelectual no está preparada para hacer frente a estos nuevos desafíos. Es necesario un marco legal claro y flexible que permita proteger la innovación y al mismo tiempo garantizar la justicia y la equidad.